Siempre existen tiempos


La presentación de un poemario suele ser un espacio de divagación cultural. Si a esto le sumamos dos propuestas, la divagación, entendiéndose como el ejercicio libre de la mente, se multiplica por dos. Esto fue lo que pasó en la presentación de dos poemarios, el de Juan González Soto: Tiempos que no existen de Los Libros del Gato Negro y el de Iván Carvajal: Siempre todavía de Pre-Textos.

Para los lectores del Cultius Culturals Juan González Soto no es un nombre desconocido, pero quizás sí Iván Carvajal. El poeta ecuatoriano encuentra inspiración en hechos tan dispares, pero tan plásticos al mismo tiempo, como pueden ser la de un niño que solo había visto el mar a través de sus lecturas, o a través de un hipotético encuentro entre Rembrandt y Spinoza en el Ámsterdam del siglo XVII.

De un tal Spinoza y de un Rembrand que fueron vecinos

Nos quedaremos un rato en aquel Ámsterdam del siglo XVII y en los poemas que esto inspira. Las inspiraciones y especulaciones ante una pintura de Rembrandt son casi inevitables. Si nunca habéis tenido la oportunidad de estar ante una de ellas, especialmente en sus autorretratos, os llegará la inspiración, porque Rembrandt nos dice mucho más por el que deja intuir en sus cuadros, que no por lo que nos pinta nítidamente.

Una cosa son las pinturas de encargo, donde no tiene más remedio que exponer aquello que le piden -por eso en sus autorretratos demuestra más libremente su excelencia-. Pero, incluso en los encargos, la clave está en cómo te lo sitúa y, sobre todo, en el fondo oscuro, donde entra todo lo que el espectador quiera, a pesar de que Rembrandt, es capaz de pintar la oscuridad y lo que hay en la oscuridad.

Así. Mientras un espectador vulgar, como el que os escribe, deduce e investiga la oscuridad pintada, un poeta va más allá, por eso Iván Carvajal en la serie sobre Rembrandt nos describe, nos interpreta, y nos transporta a un instante que va desde el hecho nítido al hecho que se intuye.

Pero, el poeta, no se queda solo ahí, sino que la gran inspiración le llega cuando descubre que el pintor compartía barrio con el joven, no aún filósofo, Spinoza. Ambos admirados por un poeta que un día se entera que compartieron espacio y tiempo en Jodenbreestraat y es aquí donde la serie sobre Rembrandt llega a su punto álgido, porque nos regala un encuentro fortuito entre ambos.

El de secano y el de la sierra

Ciertamente, Juan González Soto es un conocido del Cultius, pero este poemario nos transporta a un imaginario, como mínimo para el lector que casualmente ahora os está escribiendo, diferente al que nos había transportado en otras propuestas. Recordaréis que hace un tiempo hablamos de los libros de Martel·lus -aquel divertimento como excusa para una poesía atemporal-, pero en este caso el tiempo se sitúa en la base poética.

El tiempo está en el título del poemario y presente en los versos. Un tiempo que es la causa por la cual las cosas, tanto las físicas como las emotivas, tienen un final, pero que no lo es del todo. Porque aquellos finales provocan recuerdos, nuevos sentimientos, nuevas emociones, que con el tiempo, también finirán. Son aquellos recuerdos, aquellas evocaciones de recuerdos, las que generan gran parte de la poesía de esta compilación.

Juan, que tiene origen de secano, -como él mismo bromeaba en la presentación-, del mismo modo que su colega, reflexionó sobre los recuerdos compartidos. Ambos descubrieron el mar en sus lecturas. Así pues, para él, al leer un poema del otro, inevitablemente, el tiempo al cual se transporta durante la lectura será diferente al de una persona de mar. Quizás en la compilación en sí, no es un elemento tan evidente, o que hubiera destacado después de algunas lecturas, pero sí que quedó plasmado en la presentación hecha a cuatro manos y a dos voces, en las que parecía que las poesías del uno y del otro, con orígenes diferentes, con evocaciones, a priori, diferentes, acontecían en un diálogo o incluso un discurso coherente.

Aquel tiempo que ya no existe como tal, sí que perdura en los recuerdos, pero ya no es aquel tiempo, y tampoco lo es el que se expresa a través de los versos, y todavía menos, si hablamos de todos y cada uno de los tiempos que son evocados por cada uno de los lectores y lectoras durante y/o después de su lectura.

Es decir, no es solo un viaje al pasado, porque en el fondo es un viaje al sentimiento presente que genera, hoy, aquel tiempo pasado. Un viaje, sin número de páginas, por decisión del propio autor, pero con numeración romana por cada uno de los poemas o por cada uno de los tiempos expresados. No es nada baladí este detalle hablando de tiempo.

Así pues, dos lecturas, muy recomendables. Estas líneas son la consecuencia de haber asistido a una presentación y haber leído, quizás de forma demasiado apresurada, gran parte de los poemas. En tiempos futuros, cuando relea de nuevo estos poemas, seguramente escribiría otras cosas. Así es el tiempo, no es lo mismo hacer las cosas ayer, hoy o mañana.

Gabino Martinez Muñoz

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