Hace unos días publicaba en Pereza andaluza un artículo sobre una parte que trabajo en mi investigación y que desvelaba un poco cómo los primeros viajeros que se acercaban a Andalucía, y a Córdoba especialmente, fueron de alguna forma los “culpables” de que nuestra región y sus ciudades se empezaran a explotar con los topicazos que todavía resuenan en el imaginario popular: flamenco, sol, fiesta, patios y mujeres bonitas.
Unos tópicos muy típicos que tienen un origen, podríamos decir remoto, y que tiene que ver con los cambios traídos con la llegada del Romanticismo. Como comentaba, por eso he querido plantear este artículo como una continuación del de mi blog, saliéndome un poco del tema histórico y queriendo tratar todo esto desde un punto de vista más sociológico.
Aunque siempre se relacionan los prejuicios con algo negativo, en nuestro caso también pueden tener su origen en algo positivo. Ya ocurrió en el siglo XIX, donde ya se pintaba a Andalucía como una región idílica de mujeres bonitas, orientalismo emergente y buena vida, hasta ahí todo bien. Por desgracia y como suele ocurrir con gente que viene para poco tiempo a visitar una región, se quedaron con lo bueno, con la espumilla del café, no metieron la cuchara hasta el fondo para ver lo que verdaderamente pudiera representar “lo andaluz”. A veces, incluso, muchas de esas suposiciones no se han superado y siguen reverberando en el imaginario popular, gente que se espera encontrarnos en una tasca a primera hora de la mañana o que se sorprende que madruguemos para ir a trabajar (y no me lo estoy inventando, son comentarios que he tenido en el trabajo como guía).
Mucha culpa de los topicazos turísticos y culturales que los andaluces venimos sufriendo desde el 1800 se debe a la visión antropocéntrica de esos testimonios, es obvio, los que viajaban eran hombres, normalmente de clase media-alta, que venían con sus propios prejuicios y supuestos a visitar un lugar que esperaban como el epítome de sus ideales románticos: decadencia, orientalismo al alcance de la mano, ruinas, ese “charm” árabe de nuestra magnífica ciudad.

Evidentemente los hombres eran los únicos que podían viajar de forma más o menos libre, sin embargo, existirán también mujeres viajeras, que si bien eran la excepción de la época, configurarán un legado de testimonios que se convirtieron en un “guantazo” de realidad en contraposición a la visión edulcorada y folclórica de sus colegas masculinos.
Tenemos mujeres que, en el siglo XIX, no podían hacer nada más que cuidar de su familia y sus hijos, que, sin embargo, encontraron con la literatura de viajes una vía de escape para poder desarrollar sus dotes culturales y artísticas, incluso científicas. Pero sobre todo, lo que destacamos de ellas es el ahínco por intentar reflejar una Andalucía mucho más real, menos idílica quizás, pero más cercana a una visión histórica de la región y no a algo que se pueda plasmar en un panfleto sin más.
Para empezar, estas señoras se tiraban mucho más tiempo en el lugar de visita que los hombres. Intentaban quedarse meses en una sola ciudad, aprender el idioma, tomar clases de flamenco y conocer a fondo a su sociedad.
Mujeres como Louise Borbonnaud, Louise Chandler Moulton o Emmeline Stuart-Wotley, son algunos de los ejemplos de mujeres viajeras que aprovecharon, bien su condición o bien las circunstancias que se le presentaron (como estar casadas con señores que viajaban) para conocer mundo.
Como bien comenta el coordinador del libro de Viajeras románticas por Andalucía, Alberto Egea-Montesinos, la mujer romperá estereotipos y su condición de género viajando, ya que transgrede una barrera triple:
- Por un lado el hecho de viajar sola, las condiciones del viaje tanto físicas como psicológicas se presentaban complejas. Todavía hoy en día nos piden que tengamos cuidado cuando viajamos por nuestra cuenta, imaginad en 1850, con caminos llenos de bandoleros y creyendo que no nos podemos valer por nosotras mismas (oh wait si seguimos más o menos igual, bueno sin bandoleros, pero ya sabéis a lo que me refiero).
- Por otra parte, la parte psicológica era cuestión de género, como comentábamos, ya que rompieron muchas barreras sociales realizando dichos viajes.
- Y, por último, un condicionante textual, y es que la visión masculina prevalecerá sobre la femenina en la literatura viajera. Mientras muchos hombres se hicieron famosos con sus libros, para las mujeres era una actividad de ámbito privado, no había grandes tiradas editoriales como con sus compañeros, sino que se quedaban en cuadernos que su gente cercana podía consultar.
Pero sobre todo, lo que más destaca de esa visión femenina (y mi parte favorita, para qué negarlo) es la ironía con la que se enfrentaban a estos periplos, dejando claro desde el inicio de la lectura que sabían que estaban haciendo algo “fuera de su condición”:
“¡Qué naturaleza tan impresionable la de la mujer! ¡Cómo una pequeñez la emociona, la asusta, le hace perder la cabeza; qué organización incompleta desde el punto de vista de la sangre fría, de la presencia del espíritu, de la impasibilidad ante las dificultades de que la vida está erizada y a las que se enfrenta en cada uno de sus pasos. ¿Sin el hombre, qué haría ella? ¿Cómo se desenvolvería? la pobre… Pues bien, he querido mostrar yo, mujer, que estas ideas emitidas más arriba sobre la mujer comienzan a ser muy anticuadas y fuera de lugar. Joven todavía, […] me propuse dar “mi vuelta al mundo” no en 90 días, sino según mi capricho […]”.
BORBONNAUD, Louise: Seule à travers 145.000 lieues terrestres, maritimes et aériennes. Premier voyage Europe (45.000 lieues). Espagne, Portugal, Gibraltar, Maroc. París, en AGUAYO EGIDO, Francisco (2018): Córdoba en los viajeros francófonos del siglo XIX. Diputación de Córdoba, Córdoba, Tomo I, p. 25.
Como veis, el hecho de viajar se convertía de repente en una liberadora actividad que probaba que las mujeres podían hacer cosas por sí mismas, y por encima de todo esto, aportando una visión mucho más realista de lo que las novelas y los libros de viajes de sus homónimos masculinos podían tener.
Otro de los elementos que destacarán será el atraso que sufrirá España en cuestiones industriales y económicas para la época, sobre todo en contraposición al esplendor fabril que estaba viviendo Inglaterra por aquellas fechas. Pero no lo verán como un elemento completamente negativo, sino como un hecho distintivo.

Stuart-Wotley critica la modernidad de su país y afirma que el progreso sólo trae desindividualización y personas indistinguibles, mientras que nuestra región mantiene su personalidad y originalidad. Lo deja claro en comentarios como éste:
“Quizá, después de todo y en cierta forma, los españoles tienen razón ¿Somos nosotros más felices con nuestra constante y ansiosa preocupación por la puntualidad? La puntualidad es el alma de los negocios; pero ¿son los negocios el alma de la felicidad, como nosotros parecemos pensar? (¡Mira que concederle alma a los negocios!)”
STUART-WOTLEY, Emmeline (1856): El suave sur en EGEA FDEZ-MONTESINOS, Alberto (coord.) (2008): Viajeras románticas por Andalucía, una antología. Centro de estudios andaluces, Sevilla, p. 231.
La situación de la mujer será mucho más crítica y objetiva con la realidad española, básicamente porque la mujer parte de un punto de partida similar al “sujeto colonial”, ya que ambos sufren discriminación por parte de la visión antropocéntrica, colonialista y paternalista de los viajeros masculinos.
Si nos paramos a pensar detenidamente, quizás, si los testimonios femeninos hubieran tenido el mismo peso que el de sus colegas, hoy en día no se venderían los estereotipos manidos sobre Andalucía que todo el mundo tiene en mente, eso nunca lo sabremos. O quizás nada de esto hubiera cambiado, ya que muchos prefieren no ver lo que la realidad ofrece y ampararse en imágenes ideales porque venden más, porque convienen, o un poquito de las dos cosas, quién sabe.
Lo que sí que debemos aprovechar es para poner el foco en estas aventureras que tuvieron la valentía de hacer algo tan simple como viajar para traernos su verdad y darles un poco de la importancia que se merecen.

Gracias si habéis llegado hasta aquí!
Este artículo es la continuación de “Guiris” románticos, que podéis encontrar en mi blog Pereza Andaluza.
Otros artículos de Ángela Laguna:
- Julio Romero de Torres. Recortes y reflexiones
- Córdoba en diez pasos. Parte I
- Códoba en diez pasos. Parte II
Todos los textos y la información está extraída de la siguiente publicación, la cual recomendamos encarecidamente:
EGEA FDEZ-MONTESINOS, Alberto (coord.) (2008): Viajeras románticas por Andalucía, una antología. Centro de estudios andaluces, Sevilla.
Estos son algunos de los títulos empleados para el artículo, los cuales también recomendamos para que les echéis un vistazo:
AAVV (2015): La imagen de España en los viajeros extranjeros. La colección de libros de viaje del Instituto Cervantes de Londres. Catálogo de exposición consultado en el Centro Virtual Cervantes en Julio de 2019 mediante el siguiente enlace: https://cvc.cervantes.es/literatura/viajeros/default.htm.
AGUAYO EGIDO, Francisco (2018): Córdoba en los viajeros francófonos del siglo XIX. Diputación de Córdoba, Córdoba, Tomo I y Tomo II.
FRANCO DE ESPÍES, Carlos (1994): Así vivían en la España del Romanticismo. Anaya, Madrid.
GÁMIZ GORDO, Antonio (2010): “Las vistas de España del viajero David Roberts, pintor de paisajes y arquitecturas, hacia 1833” en EGA: revista de expresión gráfica arquitectónica, nº. 15, pp. 54-65.
GÁMIZ GORDO, Antonio; GARCÍA ORTEGA, Antonio J. (2012): “La primera colección de vistas de la Mezquita-Catedral de Córdoba en el voyage de Laborde (1812)” en Archivo Español de Arte LXXXV, 338, pp. 105-124.
GÁMIZ GORDO, Antonio; GARCÍA ORTEGA, Antonio J. (2018): “Dibujos de Richard Ford en Córdoba (1831)” en Arte y Ciudad – Revista de Investigación nº 13, pp. 143-158.
LLEÓ CANAL, Vicente (1984): “España y los viajes románticos”. En Estudios Turísticos, 83, pp. 45-53. 1984.
ROBERTSON, Ian (1984): Los curiosos impertinentes. Viajeros ingleses por España desde Carlos III hasta 1855. Serbal, Barcelona.