La ciudad de Múnich es mundialmente conocida, entre otras cosas, por su famosa Oktoberfest, una fiesta que para muchas partes del mundo incluso representa a Alemania misma (seguramente si pensáis en el traje típico del país, visualizareis el equipamiento bávaro formado por Lederhose y Dirndl). No obstante para los propios bávaros e incluso para los que ya llevamos unos añitos por estas tierras, Oktoberfest ha perdido un poco la “esencia” y se ha echo demasiado mainstream.
Si nos fijamos en las estadísticas de Oktoberfest desde 1980, vemos como a pesar de que el número de visitantes se ha mantenido dentro de un rango bastante estable alrededor de los 6 millones, a partir de 2005 hay un cambio de tendencia y el nombre de cervezas consumidas empieza a superar al número de visitantes, y dado que el precio de la cerveza no ha bajado, sino que ha crecido de forma continuada, una de las teorías para explicar este cambio puede ser la internacionalización del evento, lo que se traduciría en la asistencia de cada vez más guiris que vienen de todas partes a emborracharse hasta no saber ni quien son, mientras que los locales han dejado de ir tan a menudo, eso o las nuevas generaciones beben mucho más que antes (el concepto de borrachera extrema está mucho más aceptado), que también es una opción muy factible, produciendo las mismas consecuencias.
Esto sin embargo, no ha hecho que la fiesta se haya venido abajo, sino que la respuesta de las instituciones ha sido incrementar la seguridad con más policía, trabajadores del transporte público que se colocan en los andenes formando una cadena humana para evitar que alguien demasiado contento se caiga en las vías, servicio de limpieza intensivo para hacer desaparecer lo más rápido posible los centenares de regalos que los asistentes van dejando por metros, trenes regionales, parques, etc.
Y esto durante las más de dos semanas que dura el evento, en las cuales Múnich se transforma en la ciudad de los zombis, especialmente a partir del ocaso, cuando es frecuente ver individuos solitarios caminando haciendo eses o extremadamente lentos para no comerse el suelo en la primera de cambio. El año pasado pasaron por el Wiesn (parque donde tienen lugar Oktoberfest) más de 5,6 millones de personas en 17 días , 300.000 menos que el año anterior, en una ciudad de 1,5 millones de habitantes. Con estas cifras podéis constatar el estado de estrés que vive esta urbe acostumbrada a la tranquilidad absoluta después de las 20h.
Pero este artículo no pretendía hablar de Oktoberfest, sino de otra de las fiestas de la cerveza de Múnich (porque sí señores, Oktoberfest es la más conocida pero a lo largo de todo el año se van sucediendo pequeñas y medianas fiestas dedicadas a esta bebida elevada casi a tesoro nacional). La primera cita importante del año, entre Carnaval y Semana Santa, es la llamada Starkbierfest (fiesta de la cerveza fuerte). Y como su nombre indica, el grado de alcohol de esta cerveza es mayor que la media: 6,5% hasta más de 7,5% y su origen se remonta a la edad media, cuando los monjes la fabricaban durante la Cuaresma para el ayuno. Las cervezas Bock y Doble Bock son ejemplos de este tipo. En Baviera esta época también se usa para hacer sátira política un poco siguiendo la idea de Carnaval.

Starkbierfest es también la única de las grandes fiestas de la cerveza que no se celebra en el parque de Theresienwiese, sino que lo hace dentro de los propios restaurantes que las diferentes fabricas de cerveza tienen repartidos por la ciudad, especialmente el de la marca Paulaner.

Paulaner empieza su historia con una Starkbier, la Salvator, que se fabrica desde hace más de 375 años y antiguamente era producida por los monjes Paulaner. Esta cerveza de color caramelo oscuro y de sabor intenso, hecha a partir de malta regional con un ligero toque de lúpulo, se considera el ancestro de las cervezas Doble-Malta (o doble Bock) actuales. Se cuenta que los monjes tuvieron que obtener la aprobación del soberano de la época, Karl Theodor (1780) para poder comercializarla. Por esta razón, hoy en día, sigue siendo el alcalde el que se bebe la primera jarra de la temporada y el resto de políticos siguen yendo al restaurante de Paulaner cada año, aunque después tengan que aguantar la sátira y las críticas que les esperan.
Starkbierfest es una oportunidad única para descubrir este tipo de cerveza tan apreciada y adentrarse un poco más en la cultura cervecera de Baviera, en un ambiente relajado y auténtico.
Foto de portada: Restaurante de Paulaner, antiguamente conocido como cervecería Salvator. Font.
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