No es la primera vez que leo, escucho o escribo sobre la nomenclatura ligada al terrorismo que en nuestros medios de comunicación se acepta hegemónicamente la opción de adjetivarla de islamista, en el mejor de los casos, o directamente de islámica, en los peores. Hoy lo haremos a partir de la lectura de El islam hoy. Algunos aspectos controvertidos (2016) una publicación que desde ciertos sectores se ha pedido, incluso, la prohibición. Podríamos decir que en este sentido me esfuerzo en mi día a día y aprovecho las pocas ventanas que puedo llegar a tener para hacer proselitismo de la cruzada terminológica de la profesora Dolors Bramon, si me permiten construir esta frase llena de términos religiosos utilizados, intencionadamente, torpemente.
El choque de civilizaciones no es nuevo en la historia, lo de los dos grandes enemigos, lo de las dos grandes potencias, lo de los dos grandes imperios que dominan el mundo conocido ha sido una constante en toda la historiografía. Y al final, la clave para mantener esta falsa dualidad ha sido la simplificación de uno y otro bando por parte del otro. Es decir, la simplificación como paso previo a la manipulación. Yo soy occidental porque tú eres oriental, yo soy democrático porque tú eres un tirano, yo soy libre porque tú estás sometido. Y así podríamos ir haciendo y tirando de los tópicos que definen un occidente donde, como bien recuerda a menudo la profesora Dolors Bramon, tenemos cosas como Guantánamo o la valla sur de Melilla -añadiría- mientras que oriente no sería nada más que la conjunción de la barbarie y la radicalidad. De hecho acabamos de llegar a los bárbaros, ni siquiera hemos modificado en más de tres mil años de historia el término mediterráneo por antonomasia para definir al otro, tal y como se recoge en el libro.
Así pues, es interesante complementar estas líneas con un breve apunte sobre cómo hemos llegado hasta aquí, y la transición del mundo dual de la guerra fría (capitalismo contra comunismo) y la actual (occidente contra oriente) lo encontramos, a la perfección, en la administración Reagan. Ese presidente de EEUU fue capaz en sus años de gobierno de recibir a los talibanes en la Casa Blanca, ya que estos eran los enemigos de nuestros grandes enemigos; de proteger la Casa Blanca contra lo que entonces se llamaba terrorismo internacional; y de asegurar que el verdadero objetivo de los sandinistas nicaragüenses era el de crear una Libia a las puertas de los EEUU. Es decir, se había dado cuenta de que lo del bloque soviético, los comunistas, estaba en clara decadencia y se tenía que encontrar otro cabeza de turco o chivo expiatorio, por lo que se creó esta transición, que aunque vista en perspectiva y resumida con sólo tres ejemplos puede parecer torpe y poco creíble, la realidad es que nos ha llevado a donde estamos ahora (si se me permite a mí, una simplificación, no sé si para manipular o más bien para tratar de encontrar contrapuntos al discurso hegemónico).
Mientras recordamos esto, sin embargo, nos pueden venir a la cabeza una serie de ejemplos que desmontan, por los mismos que la crean, la idea del mundo dual y del choque de civilizaciones. ¿Cuántas veces hemos leído que se adjetivaba como musulmán un futbolista famoso? En cambio, ¿cuántas veces hemos oído o leído adjetivar de musulmán un delincuente? Respondiendo estas preguntas, obviamente, nos lleva a otras. ¿El problema es la religión? ¿O el problema es otro? ¿O en todo caso no son sólo estos problemas? Si el problema fuera sólo la religión no podríamos explicar cómo es que los máximos aliados de occidente son los países donde tienen las lecturas más retrógradas de la sharia, ley que incluso el libro que nos ocupa niega la posibilidad de poderse aplicar por el simple hecho de que es intentar unir y vender como ley sumados antagónicos. Si el problema es el Islam, ¿cómo es que nuestro rey puede hacerse fotografías con la familia real saudí en seminarios pagados por Morgan Stanley? Seguramente las respuestas no se encuentran sólo dentro de la islamología, y por eso es tan importante que desde la islamología se explique científicamente de qué hablamos cuando hablamos de Islam y de sus aspectos más controvertidos, para así poder explicar que los problemas son otros. Porque sino al final a lo que señalamos como maíz, y que vale la pena recordar cómo se hace en las líneas del libro, de dónde viene y cómo se crea la palabra, termina siendo aquel que es más pobre que nosotros, aquel que es más indefenso que nosotros y el extranjero es aquel que hace negocio y nos da igual qué religión o moral tenga.
La mujer es uno de los máximos paradigmas que se suele utilizar para crear la dualidad oriente y occidente, por ello, no es casual que ocupe un porcentaje muy importante del contenido final de este libro, en el que la profesora Dolors Bramon hace un buen resumen de lo que se puede encontrar en otras publicaciones más extensas y monográficas como el de Ser mujer y musulmana. En este caso, sin embargo, lo que queríamos era poder desmontar la dicotomía entre el feminismo occidental y la sumisión de la mujer oriental. Vale la pena decir que desgraciadamente desmontar el paradigma de mujer occidental libre es demasiado fácil. Por ejemplo, la violencia machista mata más personas en occidente que el terrorismo de raíz islamista, pero en cambio, los medios de comunicación hablan de asesinatos en los mejores de los casos o directamente de persona muerta en manos de su pareja sentimental, ni tan siquiera matada o asesinada, pero bueno, parece que la contundencia para simplificar y generalizar entorno al mundo islámico no tiene replicaciones en aspectos tales como la violencia machista occidental, la cual parece que no se pueda adjetivar de terrorismo machista, por ejemplo.
En este sentido comentar muy rápidamente un par de reflexiones que Fátima Mernissi hizo reiteradamente, recordando que las mujeres occidentales que se atreven a hablar con condescendencia a las supuestas mujeres sometidas en los países de mayoría musulmana, les preguntaba qué libertad tiene una mujer cuando no puede comprarse faldas de la talla 38 en los centros comerciales occidentales o de cómo las mujeres académicas occidentales no pueden trasladar ese discurso feminista en los barrios populares de sus ciudades occidentales. De nuevo, los problemas son mucho más complejos, y el patriarcado, en todo caso ha sido utilizado por las religiones, y por los poderes laicos o económicos, para perpetuar una serie de pautas de dominio de una parte hacia la otra.
Vemos como en Europa se busca y se crea una política que se basa en el miedo a un enemigo común, lo que nos permite poder canalizar las frustraciones y problemas reales de la gente. La psicosis con la que se juega en el militarista estado francés, por ejemplo, es clave para justificar la pérdida de derechos y libertades. Si tú estás con tus hijos en un tranvía que enseña vídeos de cómo actuar en caso de atentado terrorista, si cuando llegas a las puertas del museo que ibas a visitar hay un cartel que te alerta que puedes sufrir un ataque, y por el camino has encontrado patrullando al ejército por la calle, pues seguramente, quieras o no quieras, irás naturalizando una situación de lucha y de guerra. Y aquella conducta que se normaliza es la del miedo, y al final, la norma la marcan las mayorías, tal y como dice, o desgraciadamente decía, Zygmunt Bauman, las mayorías estadísticas son la excusa para imponerse a las minorías.
A modo conclusivo y siguiendo la línea y las ideas que hemos intentado desgranar brevemente, vale la pena destacar como esta ignorancia, o mejor dicho, este querido desconocimiento del otro y de aquel que se encuentra al margen, no sólo se puede resolver desde los ámbitos políticos. Es necesario que los medios de comunicación no actúen de corriente de transmisión de las élites, sino de contrapunto a las mismas. Pero sobre todo hay que trabajar para lo que nos marcará el futuro a medio y largo plazo: la educación. En definitiva, lejos de las voces que han llamado a la prohibición de este libro, creemos que debería estar encima de las mesas de todas las personas que hablan, opinan o mienten sobre el islam y sus males cada día, es decir, en todas las escuelas y en todas las redacciones de de los medios de comunicación.
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