La fotografía es una de esas pasiones escondidas que casi todo el mundo cultiva, y más últimamente con la irrupción de aplicaciones fotográficas como Instagram. Es por ello que las exposiciones de fotografía atraen de tal modo la sociedad. En este caso ha sido la Fundación Catalunya – La Pedrera la que ha apostado, una vez más, por exponer fotografía catalana contemporánea, y lo ha hecho de la mano de uno de los grandes exponentes no sólo de la fotografía sino también de otros ámbitos como lo es Leopoldo Pomés.
La Fundación Catalunya – La Pedrera nos ha vuelto a invitar a su visita guiada para bloggers (la anterior fue en la exposición de El Lissitzky), en que el comisario de la muestra, Julià Guillamon, nos ha hecho un recorrido por su poliédrico lenguaje visual. Fotógrafo, poeta, publicitario, dibujante, con alguna cata en el cine y el documental, e incluso en el diseño de restaurantes; Leopoldo Pomés, polifacético como un hombre del Renacimiento, aún hoy en día, alrededor los ochenta años, continúa creando y produciendo.
¡Empezamos! Se trata de una exposición muy contextualizada y narrativa, lo que la diferencia de alguna manera de las típicas exposiciones fotográficas, más pausadas y poéticas, sin tanta explicación implícita. Si hablamos en términos museográficos, que ya nos gusta, nos encontramos con varios bloques temáticos, diferenciados por el color que se ha escogido para las paredes, que, de hecho, recuerda mucho a la manera del CaixaForum. Se trata de una primera parte más biográfica, otra de publicidad y una final más miscelánico, con los documentales, filmes y otros proyectos más interdisciplinares. Deaquí se desprende un contraste muy interesante en la interacción de las fotografías en blanco y negro de Pomés y los fondos de color; creando un diálogo expresivo y sensorial. Enfrentándose a él. También encontramos paredes negras, que contienen la historia peculiar de algún elemento concreto, imagen o fotografía que ha marcado, de alguna manera, el talante y el discurso artístico del fotógrafo. Así, en un mismo espacio pueden llegar a interconectarse tres espacios diferentes, siguiendo un lenguaje museológico basado en el cromatismo.
Un ejemplo de esto lo encontramos en el espacio negro que ocupa una reproducción de la primera fotografía que hizo: el inicio de su carrera artística. Se trata de una instantánea del puerto de Barcelona desde la fábrica donde trabajaba, hecha con una Kodak Retina que su padre le acababa de regalar.
Otro ámbito museográfico lo encontramos en adentrarnos en su amistad con el colectivo artístico Dau al Set. En los años cincuenta Pomés, más joven que ellos, se une al grupo como fotógrafo y los retrata en diferentes ambientes urbanos y distendidos. Los fotografía en plazas y azoteas como escenarios de tregua, alejados de la fatídica prisa de la urbe. En la expo encontramos un juego en el que dialogan las obras de artistas de la colección Pomés (ya que se regalaban obras unos a otros) y fotografías tomadas por él de sus amigos. Se crea complicidad y esto se puede ver en el sentimiento que transmiten las fotografías, que más adelante demostraría, bien fotografiando otras personalidades del mundo artístico, como en su etapa publicitaria.
A partir de ahí irá haciendo incursiones en diferentes ámbitos artísticos: expondrá en galerías, ilustrará libros -algunos de los cuales no llegaron a ver la luz; retratará la ciudad y la vida, siempre con el común denominador del elemento humano e intimista, muestra de lo cotidiano. Enfocando, por un lado, la ligereza de la vida a pesar de la mediocridad y la aparente desesperanza de la vida moderna. Por otra se fija en la vivencia dramática del ser, enfocando una visión más crítica frente a los conflictos cotidianos y los diferentes roles que la sociedad crea y acepta. A partir de aquí, de su experiencia fotografiando la ciudad y los individuos, crea un continuum artístico en el que se incluye un documental llamado “Ciudades de la Guerra Fría“, como documento de una época.
También hará publicidad, creando el modelo de mujer sensual con un lenguaje muy cercano al surrealismo de sus compañeros de Dau al Set, configurando un imaginario de rebeldía en pleno régimen franquista. De aquí surgiría su fama, con el advenimiento de la televisión y la originalidad de sus anuncios, siendo el artificiero, entre otras cosas, de la creación de la figura de la burbuja del cava Freixenet, que se convertiría en un modelo publicitario y tradición que llega a nuestros días. Y de ahí pasó a escribir libros, poemas, dibujar… incluso idea dos restaurantes de decoración y diseño completamente personales, los cuales aún son activos hoy día.
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