Esta temporada de invierno Barcelona se presentaba más que interesante con varias exposiciones y actividades culturales; una de ellas es la muestra del vanguardista ruso El Lissitzky, uno de los menos conocidos del período y, quizás, de los más enigmáticos, que la Fundación Cataluña – La Pedrera ha propuesto para el espacio temporal de la Casa Milá, La Pedrera, y que se puede visitar hasta el 18 de enero. Además, la Fundación ha organizado este pasado martes una visita guiada especial para bloggers, a la que hemos asistido!
Lo que llama la atención, primero de todo, es la divertida ironía o metáfora de la exposición; ya que, como buen vanguardista ruso, su obra -pensábamos a priori- es geométrica, paralelepípeda, y con muchas líneas rectas y formas puntiagudas, muy en la línea del suprematismo y constructivismo. Elemento que contrarresta muchísimo con las formas redondeadas, suaves y ondulantes de la obra de Gaudí. No obstante, esta ironía, de mezclar formas suaves y redondeadas con la obra recta y geométrica del artista no hace sino acentuar las diferentes características de las piezas de Lissitzky.


El Lissitzky tiene muchas obras que se pueden leer como auténticas metáforas de la URSS. Tomemos, por ejemplo, su proyecto de rascacielos horizontal. Ideológicamente estaba claro, competir con aquella verticalidad de EEUU, pero además, con un edificio que no sería por empresas privadas, sino para incluir dependencias públicas de la administración, y que encima, en lugar de un aparcamiento subterráneo, tendría una conexión directa con el Metro de Moscú. El antagonismo no podía ser más evidente. El proyecto, sin embargo, no pudo realizar nunca. Por aquellos años, antes de los famosos planes quinquenales, la URSS, no tenía el suficiente potencial industrial como para permitirse una obra de estas características. Y es que el ideal de la Revolución era demasiado prematuro para una Rusia que apenas salía del zarismo rural y analfabeto. Ese ideal no se podía implantar de golpe, pero si algo caracteriza a las revoluciones, son los cambios radicales.
Las contradicciones entre el proyecto y la realidad también dialogan en sus obras. Al mismo tiempo que te podía diseñar un teatro en el que hacía al espectador partícipe de la obra, donde no había diferencias claras entre los espacios que ocuparían los y las actrices y el de los y las espectadoras, ni entre lo que estaba el centro o arriba o abajo; te podía diseñar una tribuna para Lenin en la que se señalaba la épica del líder. En el fondo, el mismo diálogo entre el pragmatismo y el ideal, la realidad y la utopía, las reformas y la revolución.

Entrar en su obra es una oportunidad que os invitamos a descubrir, y cuando decimos entrar, lo decimos literalmente, porque su propuesta es la del arte total, aunque siempre se definió, sólo como arquitecto. Construir sesión la exposición, porque para él, el auténtico comisario, y así lo constata su museografía, era cada uno.
2 pensaments sobre “La ironía de la Pedrera. #ElLissitzky”